Mi vida está unida a Santa Clara desde que abrí los ojos al mundo en el Hospital Materno, aunque tras el alta a mi madre, fui a dar al bohío de la Venturilla al pie del Escambray, donde mi padre, enamorado, veinteañero y con media caballería de la tierra que entregó Fidel, se sentía quizás el más dichoso de los hombres.