Tal vez este particular momento que enfrentamos diste mucho de ser el más propicio para que el tercer domingo de junio miles y miles de hijos, sin distinción de estatura, le vayan encima «al viejo» para regalarle la camisa de su color preferido, o el pijamita con que se planta como un roble a ver la televisión, o ese short con que seguirá burlando al calor y donándoles voluntaria sangre a los mosquitos en instantes de apagones, o simplemente el pastel cuyo merengue la traviesa hija o nieta le rastrillará por la punta de la narizota con la yema del dedo…