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Foto: Tomada del grupo de Facebook Santa Clara en Instantáneas

Ciudad bajo palabra: el cementerio israelita de Santa Clara (+Pódcast)

Mauricio Escuela Orozco

Jueves, 05 Junio 2025 16:59

En el corazón del barrio Los Sirios de Santa Clara, se erige un espacio donde el silencio habla con más fuerza que las palabrasel cementerio israelita.

Fundado en 1932, este rincón sagrado no solo guarda los restos de una comunidad, sino que también preserva las huellas de una diáspora, el eco de un exterminio y la tenacidad de una cultura que se negó a desaparecer. La historia de este cementerio está ligada a la migración judía que llegó a Cuba en las primeras décadas del siglo XX. Muchos eran cefardíes procedentes de Turquía y de Siria, de allí el nombre del barrio.

Mientras que otros arribaron más tarde, huyendo del ascenso del nazismo en Europa. Santa Clara con su relativa calma y su tejido comercial se convirtió en un refugio para familias que buscaban reconstruir sus vidas lejos de la persecución. El primer enterramiento, el 27 de julio de 1933, marcó el inicio de un espacio que seguiría las estrictas tradiciones judías.

Vista lateral del camposanto. Foto: Tomada de Ecured

Aquí, hombres y mujeres descansan en secciones separadas y quienes murieron por suicidio yacen aparte según la ley judía. Sobre las tumbas no hay flores sino pequeñas piedras que los visitantes depositan como símbolo de permanencia. Los rituales funerarios son únicos.

Los cuerpos son purificados con agua, envueltos en un sudario blanco y enterrados directamente en la tierra. Once meses después se construye una bóveda, pues la tradición prohíbe la exhumación. Cada detalle habla de un pueblo que incluso ante la muerte mantiene sus costumbres con solemnidad.

Pero este cementerio no solo es un reposo para los judíos de Santa Clara, también es un monumento al dolor de un pueblo entero. Inaugurada en el 2003, la obra es un grito mudo. Los raíles representan los trenes que llevaban a los judíos a los campos de exterminio, los alambres de púas, la prisión y las manos extendidas, el desesperado intento por escapar.

Monumento a las víctimas del holocausto. Foto: Tomada de Ecured

Una inscripción en hebreo y español reza a nuestros hermanos y hermanas asesinados. Un adoquín traído del gueto de Varsovia, ancla este rincón cubano a la tragedia global. Junto al monumento, una estructura ritual con la estrella de David, tiene seis cavidades para velas, una por cada millón de asesinados.

Cada llama encendida es un acto de resistencia, un rechazo al olvido. Aunque la comunidad judía en Santa Clara ya no es tan numerosa como en el pasado, su legado persiste. Algunas familias mantienen tradiciones culinarias y en ocasiones especiales realizan eventos.

El cementerio, sin embargo, sigue siendo el testimonio más tangible de su paso por la ciudad. Entre sus tumbas hay historias de comerciantes sirios, médicos alemanes y niños que nunca conocían a su familia. Algunos conocieron Europa, pero cuyos apellidos delatan el éxodo de sus padres.

También hay lápidas más recientes, prueba de que, aunque pequeña, la comunidad aún sigue viva. El cementerio israelita de Santa Clara es más que un camposanto, es un archivo de piedra y bronce, un pedazo de historia mundial en el suelo cubano. En este sitio conviven el duelo íntimo y la memoria colectiva, las tradiciones y el recuerdo de una de las mayores atrocidades del siglo XX.