Lo sabía, cada concierto suyo ha sido siempre, para mí, un potentoso ajiaco que disfruto y demoro en digerir. Una clase magistral de poesía, guitarra, ritmo, pensamiento, humor y etcéteras entrelazadas en cubanía. Ello me genera una amalgama de emociones que se me cuela entre la risa y el dolor y hasta registra mi postura ante la sociedad, los demás y ante mi mismo.