Un excepcional combatiente revolucionario, estadista, escritor y médico argentino-cubano. Con el paso de los años su vida quedó grabada en miles de alumnos de todas las profesiones.
Desde el niño asmático con excelentes habilidades para aprender, con una vasta formación en literatura, filosofía y psicología, hasta el galeno con especial interés en las alergias, la lepra y la teoría de la nutrición.
El Che revive en cada cubano. ¿Cómo olvidar el espíritu aventurero, ese que le permitió recorrer más de 4.000 kilómetros a través de 12 provincias de su país en 1950? ¿O conocer la realidad de los pueblos oprimidos? ¿O su lucha contra las injusticias en América Latina con profundo carácter humanista y antiimperialista?
Su internacionalismo prevalece en Cuba. Como Comandante y jefe de la Columna invasora número 8, Ciro Redondo, protagonista de la batalla de Santa Clara y ejemplo de combatiente frente a las tropas de la tiranía de Fulgencio Batista.
Del guerrillero heroico, resulta notorio el amor a sus hijos, Hilda, Aleida, Camilo, Celia y Ernesto. El cariño infinito hacia su esposa Aleida March, uno que sacrificó por el bien de la humanidad y de los pueblos del continente americano.
Por sus ideales participé en trabajos voluntarios. Conocí que todos los hombres poseen un valor incalculable y que el contacto verdadero con la gente permite ayudar a la revolución y obtener experiencias que pueden llegar a ser más importantes que aquello que se aprende en las aulas.
Constituye un deber para cada cubano, conocer su desempeño como ministro de industrias y economía, su participación en conferencias internacionales en la ONU y su firmeza ante los actos de sabotaje de los Estados Unidos contra nuestro país.
Debemos, como él decía, mantener el mismo entusiasmo y fe, construir fábricas con nuestra mano izquierda, apuntar nuestros rifles con la mano derecha. El Congo y Bolivia, sus últimas batallas por la libertad de los hombres, inspiran a jóvenes de todas las latitudes.
Hace 57 años murió en suelo boliviano Ernesto Guevara de la Serna. Su cadáver fue sepultado en una fosa común en Valle Grande con el resto de los guerrilleros caídos en el combate de la Quebrada del Yuro o asesinados en la escuela de La Higuera.
Después de 30 años de búsqueda, en 1997, sus restos fueron trasladados a La Habana y posteriormente al mausoleo de la plaza Ernesto Che Guevara en nuestra ciudad.
Desde allí, como dijera Fidel, se levanta como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza y cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra.
¿Cómo podría caber bajo una lápida? ¿Cómo podría caber en esta plaza? ¿Cómo podría caber únicamente en nuestra querida pero pequeña isla?
Sólo en el mundo con el cual soñó, para el cual vivió y por el cual luchó, hay espacio suficiente para él. Porque esta gran humanidad ha dicho basta y ha echado a andar y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia por la que ya han muerto más de una vez inútilmente.