Se instituyó esta fecha en homenaje al nacimiento del doctor cubano Carlos Juan Finlay, el visionario que logró desentrañar el misterio de la propagación de la fiebre amarilla.
Hablar de los médicos cubanos es hablar de un modelo que forja no solo excelencia en los servicios, sino un profundo compromiso humano. Son profesionales cuyo currículum se escribe tanto en las aulas como en los gestos de solidaridad. Su labor dentro de la isla es un pilar, pero es en el escenario internacional donde su ejemplo cobra una dimensión extraordinaria.
La batalla contra la Covid-19 mostró el temple de estos hombres y mujeres de batas blancas. Fueron primera línea, trinchera y escudo. Se jugaron la salud, soportaron la distancia de sus familias y el miedo tangible, pero no retrocedieron.
Fue un ejercicio de heroísmo cotidiano y silencioso, donde el juramento hipocrático se cumplió sin condiciones.
En Cuba, esta jornada no es solo un reconocimiento a Finlay. Es el homenaje a todos los se que entregan a la salud del pueblo: médicos, enfermeros, técnicos. A quienes, en consultorios y hospitales, libran la guerra diaria por el bienestar.
Durante décadas, miles de estos profesionales han cruzado océanos. Lo han hecho en respuesta al llamado de países hermanos azotados por desastres, epidemias o la escasez de personal. Son las Brigadas Médicas Cubanas, quizás la expresión más concreta de una diplomacia en guantes blancos y estetoscopio.
El día de la Medicina Latinoamericana es una ocasión especial para dar gracias a los que luchan sin descanso por la salud y el bienestar de cada cubano y llevan consuelo y ciencia a los rincones más necesitados del mundo. Pues como dijo Fidel: «Para ser médico se requiere una sensibilidad exquisita, una gran calidad humana, gran capacidad intelectual y una moral a toda prueba».

