La urgencia es real. En varias zonas de la ciudad, el índice de infestación se mantiene elevado, con casos febriles en aumento y una alta circulación del mosquito Aedes aegypti. Las autoridades sanitarias advierten que el riesgo epidemiológico exige acciones sostenidas y focalizadas, con participación activa de la comunidad para lograr un impacto duradero.
Neil Reyes Miranda, director del (CPHEM), explicó que el contingente se conformó con personal experimentado en labores de control vectorial, y que cada jornada se planifica en función del riesgo epidemiológico. «Vamos casa por casa, con tratamiento intra y extradomiciliario, y evaluación constante del territorio», detalló.

La presidenta del Consejo de Defensa Municipal, Diamela López Valdés, ratificó el compromiso con la salud del pueblo. «Nada será más importante que la salud. Esta estrategia busca disminuir el riesgo en cada manzana, con pesquisa, limpieza de centros, sellado de tanques y avisos a la población», afirmó.
En las calles, la percepción comunitaria oscila entre la esperanza y la exigencia. Una vecina del Consejo Popular Camacho-Libertad, en la zona Subplanta, primera ubicación escogida por las máximas autoridades del territorio para la fumigación, expresó: «La campaña es muy buena, como otras veces, pero tiene que tener continuidad. Con una sola fumigación no se resuelve, esto está duro duro».
Desde las brigadas, los trabajadores muestran compromiso y organización. «Estamos auspiciando la fumigación intradomiciliaria, según la manzana que nos asignen. Nos dijeron que serían 60 días, pero si hay que extenderlo, lo hacemos. Todos los muchachos tienen disposición», comentó Alexander Hurtado Cuéllar, del policlínico José Ramón León Acosta (Nazareno).

Incluso quienes han estado enfermos reconocen la importancia de la campaña. «Esto se debía haber hecho hace rato. Dentro de las posibilidades, es lo mejor que se ha hecho. Yo coopero con lo que haya que hacer», dijo una persona en recuperación.
La campaña lleva el nombre de Carlos J. Finlay, símbolo de la lucha contra las enfermedades transmitidas por vectores. En Santa Clara, ese legado se traduce hoy en una acción conjunta que busca frenar el avance del mosquito y proteger la vida.

