Unos cuantos me han expresado su discrepancia de esta cifra en un año en que ha faltado combustible para roturar el suelo, corriente en las máquinas de riego eléctricas, y los bueyes escasean cada vez más como consecuencia del hurto y sacrificio ilegal.
A mí en lo personal me dicen muy poco las cifras de siembra, e incluso los per cápita de entrega mensual de más de 30 libras por habitante que contienen los informes.
Lo que sí nadie puede poner en tela de juicio son, por ejemplo, las seis libras de arroz vendidas a cada consumidor en la bodega en agosto y asentadas en la libreta. Yo conozco además los problemas de las estadísticas en esta rama y que muchas veces no coinciden los números de la agricultura con los de las empresas láctea y cárnica.
Informaciones que se ofrecen por vía oral por parte de las juntas directivas de las formas productivas son muy difíciles de comprobar, solo creo en lo que se registra después de pasar por pesas certificadas porque ya sabemos el antecedente de la agricultura urbana en que llegamos a superar en los informes a los chinos, en kilogramos por metro cuadrado.
Lo que está claro para todos es que el pueblo no se alimenta con informes ni estadísticas, lo que nos interesa a todos como consumidores es la presencia permanente de los alimentos principales en la red de mercados y en las ferias a precios asequibles y que no se desvíe la producción hacia los vendedores particulares con precios generalmente abusivos.
Tampoco es enteramente cierto que la cifra de hectáreas sembradas o en existencia aunque estén sobrecumplidas van a satisfacer la demanda, porque no se logra estabilidad y se come todos los días. Ya hemos sufrido demasiado los boniatazos que se pierden hasta aparecer luego en algunos puntos a precios indignantes.
Esos informes solo sirven para ser debatidos en reuniones en que la verdad suele escabullirse o saltar en pedazos. Aquí lo que de verdad tiene valor es materializar el programa de autoabastecimiento desde la base y ordenar el sistema de contratación y comercialización para asegurar presencia estable de alimentos en la red comercializadora a precios que se puedan adquirir.