Con motivo del Día de la Medicina Latinoamericana, CMHW conversó con María de los Ángeles Crespo Bello, pero en Encrucijada todos la conocen como Mari, la pediatra.

“Tengo 30 años de experiencia. Como pediatra, 12. Siento algo especial por los niños, y no sé por qué ellos también tienen cierta empatía conmigo”, confiesa.

Su vocación se hizo aún más fuerte fuera de casa. Mientras cursaba la especialidad, partió a una misión médica en Venezuela en 2003.

“La misión empezó fuerte, pero luego se organizó y tuvo un éxito enorme. Los venezolanos estaban muy contentos con nosotros, no solo por la atención, sino porque nos veían con solidaridad y cariño, algo que a veces falta en médicos en otros sistemas”, recuerda.

Hoy, los niños la buscan por su nombre, los padres confían en su criterio y muchos llegan directamente a su puerta.

Pero el momento que transformó su ejercicio profesional fue personal: la llegada de su hijo. “El destino te juega travesuras: yo, pediatra, no podía tener un bebé. Pero Dios fue grande y, a los 45 años, logré tener a mi niño. Ahora, vivo más enamorada de los niños que nunca”, comparte.

Entre largas jornadas, urgencias y tres décadas de trabajo, Mari resume su motivación así: “Me he ganado el respeto y el cariño de todos. Ya no tengo nombre y apellidos; aquí en este municipio soy Mari, la pediatra”.

De esas heroínas de nuestros tiempos, que ha convertido su profesión en un acto diario de humanidad.