Octubre resuena en el mundo como un mes de lucha por la justicia. Los cubanos rinden homenaje al Comandante Guevara, único en su estirpe y gallardía.
La visión universal del Che, encarna al teórico militar, al economista, al internacionalista. Su grandeza reside en la síntesis de todas esas facetas bajo una ética inquebrantable.
Su rol decisivo en la Campaña de Las Villas, donde su columna rebelde frustró al ejército de Batista y decidió la guerra, resulta una hazaña táctica, ejemplo de audacia. Pero su revolución más profunda comenzó después del triunfo de 1959. Como presidente del Banco Nacional y luego como Ministro de Industrias, impulsó un concepto radical: la construcción del socialismo requería una nueva conciencia.
Su idea del “Hombre Nuevo”, un ser motivado por valores morales y solidaridad, no por los incentivos materiales del capitalismo, constituye el pilar educativo sobre el que se ha intentado construir la sociedad. El trabajo voluntario, el internacionalismo médico, la prioridad de lo colectivo sobre lo individual, son herencias directas de su pensamiento.
Pero si hay un eje que define al Che en la perspectiva cubana, es su intransigencia antimperialista. No como una política exterior, sino como una guerra de liberación permanente. Su renuncia a todos sus cargos y hasta a su ciudadanía cubana para ir al Congo y luego a Bolivia, se interpreta como la consecuencia lógica de su credo: porque el deber de un revolucionario es hacer la revolución.
Hoy su ideal acompaña las misiones de miles de médicos y cooperantes cubanos en los rincones más pobres del orbe. Cada vez que la Isla sortea una escasez, desarrolla una vacuna propia o resiste una presión diplomática, la figura del Che emerge como símbolo de tenacidad. En esa batalla por una Cuba soberana, encargó a los jovenes el sentido del deber y la sensibilidad ante los problemas, la inconformidad ante lo mal hecho.
Este mes de octubre, el Che se multiplica en la conciencia de un pueblo y en la apuesta porque otro mundo, es posible.