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Foto: Osdany Meriño González / CMHW

“A dos voces” con Ramón Silverio (+Pódcast)

Redacción digital CMHW

Sábado, 10 Agosto 2024 01:27

CMHW comparte la transcripción del último episodio de “A dos voces” en su primera temporada.

Samuel: Hoy, “A dos voces” ha querido invitar para cerrar esta temporada dedicada al 335 aniversario de Santa Clara a un hombre que es ícono de la cultura no solo en esta ciudad sino en Cuba, un promotor cultural que nos bendice diariamente con su obra, un incansable luchador por la inclusión y los derechos humanos, aunque muchísimas manos la sostienen hoy, es suyo el mérito de haber ideado y consolidado una casa para todos. Dígase el Mejunje, y con todo placer podemos decir Ramón Silverio. Bienvenido y gracias por estar con nosotros. 

Silverio: Muchas gracias

Samuel: Ramón Silverio distingue nuestra ciudad de Santa Clara, incluso fue reconocido como hijo ilustre, sin embargo no nació aquí, cuéntanos Silverio un poco de ese sitio donde por Casualidad —así se llama el lugar donde nació— vino al mundo un 22 de septiembre de 1948.

Silverio: Bueno, no nací en la ciudad, pero sí en el municipio de Santa Clara. Eso era como una frontera entre Santa Clara y Camajuaní. Ahí donde está hoy la presa Minerva, como referencia, porque de ahí a donde yo nací hay una distancia tremenda como de 5 kilómetros, en el lugar más humilde del mundo porque nosotros éramos de los del camino real y las casas que se asentaron ahí de la gente toda muy pobre que vivían en ese margen que había entre el camino, que casi siempre eran zonas muy improductivas, donde yo vivía no se daban ni los chivos, no había hierbas casi, era marabú.

Silverio: Pero tengo un recuerdo muy grato de mi infancia, de mi juventud, fue también el lugar iniciático de todas las cosas de la vida y allí bueno fui maestro en la misma escuela donde aprendí, es decir, cuando la revolución triunfó tenía 11 años ya, prácticamente estaba analfabeto porque la escuela me quedaba muy lejos, además no me gustaba la maestra que había y yo recuerdo todavía con mucha emoción esos primeros días del triunfo de la revolución, que estaba allí en el campo, pero ese cambio se vio sobre todo, yo creo que a nivel de país, pero para los campesinos fue muy grande desde el primer día.

Silverio: De los recuerdos que tengo de esa época es que por allí, por un terraplén que había, pasaron las tropas del Che cuando venían a la toma de Santa Clara, que ese camino unía Manajanabo con el Callejón de los Patos, ahí en la universidad. Yo no puedo decir que vi al Che, pero vi pasar en aquella cantidad de carros, de camiones, de jeeps, a los rebeldes que venían, de alguna manera sí vi pasar la utopía por allí. Y creo que el tercer o cuarto día de ese triunfo ya llegaron allí los maestros, donde no había una escuela se hizo una escuela muy rústica, la maestra bueno la acogieron en casa de un campesino. Me acuerdo que esa primera maestra era de Cienfuegos.

Samuel: ¿Esa fue su primera maestra?

Silverio: Esa fue mi primera maestra, bueno tuve otra maestra en una escuela donde yo hice hasta el primer grado, segundo, que estaba por acá por un lugar que se llama El Manguito, quedaba como a dos kilómetros de mi casa, pero la maestra así que yo considero como esa primera maestra que tuvo una influencia, fueron esas maestras que llegaban allí en un caballo, eran maestras aquí de Santa Clara, después de aquella primera, pero eran muy puntuales, yo creo que es una cosa que aprendí de aquellas mujeres que venían de Santa Clara, tenían que coger una guagua, llegar allí de bajarse, coger un caballo y caminar en el caballo aquel hasta la escuela y siempre llegaban a las 8, estaban allí.

Samuel: ¿Usted también llegaba en un caballo? 

Silverio: No, yo vivía más cerca, nunca he sido buen jinete, aunque me crié en el campo y todo eso, pero estas cosas no las domino mucho. En mi casa había una yegüita que era muy mansa y ahí era donde nos trasladaba, pero yo prefería casi siempre irme, caminar esos kilómetros, irme en la yegua me complicaba más aquello. Un día me compraron una y fui un día en la bicicleta, me caí, me di un golpe y ahí mismo dejé la bicicleta, la única vez, la dejé ahí donde me caí y después fueron y la buscaron, siempre me he valido más de las piernas, me gusta caminar. 

Foto: Tomada de Cubasí

Samuel: Usted ha contado que por las noches regresa a su casa y en un ejercicio de memoria intenta recordar los olores de las comidas de su madre, especialmente sus frijoles, ¿cómo fue su relación con ella?

Silverio: Muy buena, la relación mía con toda mi familia ha sido muy buena y sigue siendo una relación buena, somos una familia, incluso los vecinos que vivían por ahí formaban parte, siguen formando parte de esa familia y allí pues yo aprendí la solidaridad, la solidaridad cuando no había nada, ahora la gente sí, nos faltan muchas cosas, pero aquellos momentos que yo vivía, eran de no haber nada, un poquito de sal había que pedirle, un poquito de azúcar y siempre hubo esa solidaridad y mi madre además de ser esa buena cocinera y hacer aquellos frijoles, siempre fue una mujer muy solidaria. Me crié en una casa donde dentro de aquello, —que para estar más pobre que eso había que estar bien pobre—, ella siempre tenía algún viejo o alguien por ahí que ella le daba un poco de comida, le daba cafés y le lavaba las ropas y entonces en ese ambiente solidario de los pobres me crié.

Silverio: Y también mi abuela, que era una campesina, no tan pobre porque mis abuelos tenían una finca, no eran una gran finca ni eran terratenientes, eran pequeños agricultores, pero que más o menos subsistían, antes en el campo la gente se alimentaba y lo tenía todo a partir de una finquita y no tenían que estar buscando, tenían la manteca porque criaban los puercos, tenían el maíz para la harina, la yuca, el arroz, así se sembraba. La agricultura tenía otro sentido que lamentablemente hoy se fue perdiendo.

Samuel: Y muchas personas que emigraron de los campos a las ciudades también.

Silverio: Bueno, donde yo vivía no queda nada, absolutamente nada y se mudó todo el mundo, el éxodo ha sido masivo, primero porque construyeron la presa Minerva y muchos de los campesinos que estaban allí fueron afectados por la presa y entonces le hicieron casa en otros lugares, la mayoría aquí en Santa Clara y también en Camajuaní, y los demás se fueron yendo después con las cooperativas y esas cosas. Yo regreso mucho allí, yo incluso tengo un documental que se llama “El otro Silverio” que lo hice en el lugar donde nací, que me metí casi un mes yendo allá todos los días con un grupo de personas a chapear, a hacer veredas, a cortar aromas para descubrir dónde estaban mis casas —yo vivía en dos casas—, dónde estaba mi escuela, dónde trabajé y a partir de eso...

Samuel: ¿Encontró restos de esas viviendas?

Silverio: Si, los encontré, de una estaba más clara porque tenía el piso de cemento, la otra era una vivienda donde yo nací. Yo nací allí, no vayan a pensar que yo fui a un hospital materno, mi mamá me parió allí, con mi abuela, que era comadrona, mi abuela en esos momentos era la que recibió todos los muchachos que nacieron por allí, la buscaban todas las noches para que pariera una campesina y ella iba. Siempre vuelvo allí porque allí están mis orígenes y para mí es importante. En estos momentos yo tengo esa necesidad —porque hace como dos años que no voy— de volver a encontrarme con aquella historia y eso que te decía es un ejercicio de memoria y revivir y bueno a veces yo llamo a mi hermana me digo mira me pasé la noche visitando muertos porque ya de ellos la mayoría ya no existen.

Silverio: Yo creo que ser sobreviviente también tiene sus méritos. Cuando voy a hablar de estos años de Revolución tengo la vivencia de la mayoría de estas actividades. Participé y siempre he tratado de eso, de ser protagonista y no un espectador pasivo que se sienta frente al televisor a ver la desgracia de otro o la alegría de otro, a mí me gusta estar en los lugares, ver, palpar. 

Silverio: ¿Por qué escogió el magisterio, Silverio? 

Samuel: Allí no había otras cosas. Yo no era un campesino y aparte no teníamos finca ni nada, pero mi papá era jornalero y nos llevaba a mi hermano y a mí a trabajar. Yo estaba mirando nada más que se pusiera el sol, que estuviera más bajito para tirar la guataca e irme de allí, eso no era lo mío y entonces llegó la campaña de alfabetización y después vinieron los cursos de seguimiento y lo que es la educación obrero campesina. Bueno era muy jovencito cuando eso, pero tenía alumnos de 30, 40, 50 años, muchos que ni veían bien, pero que fue un trabajo muy completo porque fueron ahí oculistas, optometristas, le hicieron espejuelos, se los dieron, son cosas que la gente no sabe ¿no? 

Samuel: Junto al magisterio, Silverio encontró cómo acercarse de manera directa al teatro a partir de obras que montaba con sus estudiantes, ¿maestro o actor?

Silverio: En la misma escuela donde yo estudié hizo falta un maestro, que eran los maestros de seguimiento o maestros populares, con el número de escuelas hizo falta preparar maestros, algunos maestros se fueron también, emigraron y ahí empecé yo con sexto grado a dar clases a los niños de aquel lugar y tenía ya esa inquietud por el teatro.

Silverio: Creo que he sido un promotor cultural de toda la vida, yo me recuerdo siempre haciendo algo cultural empíricamente, si te digo que yo no he ido nunca a la universidad, no he ido nunca, yo tengo ahí un grado 12 que me fijé muchísimo para llegar porque yo no sabía ni la matemática, ni la química, ni la física, nada tenían que ver conmigo y no lo iba a aplicar en la vida para nada. Me gradué también como maestro primario en unos cursos de seguimiento que se daban y ya estaba haciendo cosas con los alumnos, que antes había muchos festivales porque habían festivales campesinos, festivales infantiles y ahí empecé yo toda esa tarea de educar a la gente y de promover la cultura porque también utilizaba la escuela por la noche para presentar esos espectáculos y tuve un grupo de teatro de mucho tiempo con los adultos de allí de la zona y después fui hasta La Movida, un lugar muy distante de donde vivía y me hice allí un grupo de teatro y una brigada artística que obtuvimos muchísimos premios en los festivales campesinos, en las jornadas cucalambeanas y ya después de todo eso llegué al Centro Experimental de Teatro como actor profesional. No he podido definir, porque yo creo que yo nunca he dejado de ser maestro, así que yo he podido vincular muy bien todo ese magisterio con el teatro y el Mejunje es una gran escuela.

Foto: Osdany Meriño González/CMHW

Samuel: Silverio, cuéntanos un poco sobre la brigada artística Eduardo Saborit y el grupo de teatro Los Colines con el que ha obtenido múltiples premios. 

Silverio: Bueno, esa brigada era la que te contaba de La Movida, que ya tenía un grupo de teatro, tenía poetas, tenía un conjunto musical, parejas de baile de los campesinos que habían por allí y eso fue un tiempo muy bonito también. En cultura estaba el Frente Campesino que atendía todo lo que era la cultura esta del campo, había mucha actividad y nosotros nos presentamos como cualquier grupo se presenta ahora que son profesionales y ya después trabajando en el experimental, siempre con esta preocupación de no abandonar el campo porque yo sé lo que significa una actividad cultural para la gente del campo, porque yo la viví, porque yo estaba en el campo y tengo siempre esa nostalgia de cuando llegaba algo.

Silverio: Yo soy fanático del circo, de aquel circo de mala muerte que era lo que existía, que era lo que llegaba hasta allá y yo empecé a hacer la brigada esta Los Colines que el objetivo era que cuando pasáramos por una zona dejaran la misma sensación que dejaba el circo en mí, que la gente nos esperara como algo especial y creo que se logró. Hoy nos siguen esperando, hay zonas que lo único que le interesa que vaya culturalmente es Los Colines porque bueno lo que yo empecé allí en el Plan Turquino ya después me di cuenta que había tantas zonas rurales que no tenían actividades culturales y el Turquino tenía más, entonces bueno empecé a atender una zona en cada uno de los municipios.

Silverio: Ya llevo casi 40 años, soy el único sobreviviente de esa etapa, queda Nelson también, pero que no es constante en ir y a nosotros nos esperan con la misma alegría que esperan al circo. Yo ya me quité de arriba todo eso del municipio de Cultura, yo llamo directamente, yo tengo el teléfono de todos los promotores y les digo voy para allá y lo mismo nos resuelven el almuerzo, que nos resuelvan la comida, que si tenemos que quedarnos nos dan también la casa, es decir, que hemos ganado la confianza y el prestigio de esa zona y para ellos esa es la gran fiesta que hay allí cuando llegan Los Colines. 

Samuel: Usted ha dicho que sólo por haber visto una Revolución triunfante valió la pena haber nacido en Cuba. ¿Qué trajo el proceso revolucionario a un niño que a los 11, 12 años aún era prácticamente analfabeto?

Silverio: Me lo trajo todo y si algo me pese es que no aproveché en toda su magnitud todas las posibilidades que brindó la revolución para estudiar, para ir a muchas cosas, porque yo era muy apegado también, es decir, que no salía de aquel campo entonces tenía mucho miedo de separarme de la familia. A lo mejor en gran medida pude haber estudiado otras cosas, como hizo mucha gente. Fue una transformación total, pero solo el hecho del primero de enero creo que vale la pena. Ver una Revolución Triunfante en Cuba no se va a ver más. O al menos yo no pienso verla, aunque pienso también durar unos cuantos años. Pero todo lo que eso trajo en transformaciones, en crear espacios, en contradicciones, también en lucha de clases del campesino que tenía más dinero, el que tenía menos. Y realmente nosotros fuimos también muy afortunados. La gente para la que trabajó mi papá y eso eran personas que tenían un nivel superior en cuanto a económicamente, pero eran gente muy solidaria. Nosotros nos consideramos, seguimos considerando todavía esa gente como parte de nuestra familia, así como ellos nos siguen considerando a nosotros, los que quedan, que ya no son muchos, como parte de la familia.

Silverio: Así existía esa solidaridad entre muchos de estos campesinos que tenían un poco más de posibilidades y los que teníamos menos. Pero la revolución lo cambió todo. Para mí ese fue un momento inolvidable y siempre digo que yo me monté en ese carro desde el primer día y no me he bajado y no pienso bajarme de él tampoco. Crítico, sí, es decir, no he sido un pasivo. He comprendido siempre lo bueno y lo malo, pero he tratado de estar en el tiempo que me toca estar. Yo soy ahora de este tiempo y yo no me puedo haber quedado en los 70, ni en los 80, porque entonces eso me atrasaría.

Silverio: Estoy ahora, soy un revolucionario de ahora, que hay que hacer muchos cambios también, que hay que trabajar mucho y eso es lo que hago, dar todo lo que puedo para servir a este momento y no cansarme y seguir buscando todavía la utopía. 

Samuel: Usted ha declarado ser admirador de la obra de Fidel y revolucionario, como lo ha dicho, desde el propio triunfo en 1959. ¿Considera que en Cuba se ha apoyado la diversidad sexual con el reconocimiento que implica las diferencias? 

Silverio: Bueno, yo soy un fidelista y siempre lo he sido. Un fidelista incluso dentro de las características que ha tenido el campo, que a veces los explotados le agradecen a los explotadores, ¿no? Y mi papá nunca fue fidelista. Yo me crié en una casa que mi papá era acérrimo a Fidel. Yo fui como la contrapartida, mi mamá también. Me apoyaba mucho en eso, porque mi mamá tenía una buena relación. Era su hijo preferido, igual que mi hermano era el hijo preferido de mi papá. Dentro de esas condiciones yo siempre defendí y siempre he estado. No puedo decir, yo me monté en este carro a los 80. Así que siempre he sido ese defensor de Fidel. Creo que nos está haciendo muchísima falta. 

Samuel: Desde el momento en que vio pasar a Los Barbudos, a finales del año 58, por su casa...

Silverio: A partir de ahí. Desde entonces. Yo le agradezco la revolución y estaría muy agradecido, sino hubiera sido por esta revolución, no sé qué hubiera sido tampoco de mi vida. Y por lo tanto, yo creo que el Mejunje, sin proponérmelo —tampoco yo me quiero apropiar de esos méritos— por su política, que siempre desde que comenzó fue muy clara: no marginar. No se marginaba a nadie. Todo el mundo tenía derecho a estar allí. Lo único que pedíamos era un buen comportamiento. Y, por supuesto, un lugar que abría con esas posibilidades empezó a nutrirse de aquellos que se sentían más marginados: los gays, las lesbianas, los negros, los que pensaban diferente, los que tenían gustos diferentes, pero que eran muy buenas personas también. Y los que no eran buenas personas, nosotros tratamos, sin imponerlo, de que por nuestro trabajo. Yo creo mucho que la cultura es un elemento fundamental cuando se sabe hacer bien para crear políticas, para convencer a las personas.

Foto: DC Travel

Silverio: Nadie duda que el Mejunje es un centro revolucionario, porque tampoco nadie duda que yo soy comunista. Y eso que es una palabra que ahora la gente tiene hasta miedo de decir, los propios comunistas. Pero yo tengo la satisfacción de que la gente me admira, porque dice bueno, usted es un comunista diferente. Entonces yo he hecho mi obra a partir de eso, sin ocultarme. Y yo creo que incluso simpatizantes y no simpatizantes con la revolución, me respetan por esa historia y por ese pensamiento. Porque bueno, si las ideas de decir el comunismo es eso, hay que estar con los pobres, hay que estar con la gente. Hay que estar donde está la gente que sufre y eso es lo que yo hago.

Silverio: Y yo creo que bueno, hoy Santa Clara es la ciudad...no voy a hablar del Mejunje, el Mejunje es el lugar más inclusivo del mundo. Porque no lo digo yo, la gente que viene se queda asombrado de esa armonía que puede existir entre tanta gente de edades diferentes, de sexología diferente. Y creo que a nosotros nos hace falta todavía eso, entenderlo. Hay políticas que ya no existen, que ya hay que cambiarlas. Entonces en el plano cultural, en el plano político también, de cómo hacer, de cómo convocar. Lo que se quedó viejo, se quedó viejo. Hay que estar descubriendo todos los días maneras efectivas para lograr la participación de la gente. A veces tú haces un espectáculo que aparentemente no tiene ese fin político, lo que no está lleno de consigna, sin embargo tiene mucho más efecto en la gente que aquel que lo hicieron lleno de consignismo. 

Samuel: A propósito, Silverio, de los 40 años de fundado el Mejunje, el actual Presidente de la República Miguel Díaz Canel Bermúdez escribió en sus redes sociales: «Gracias Silverio por no cansarte». La pregunta es, ¿ha sentido Silverio desde los inicios de su obra a favor de la cultura y la diversidad el apoyo de las autoridades? 

Silverio: Yo siempre digo, y no estoy aquí halagando a nadie, porque si no lo hubieran atendido lo hubiera dicho igual, con nombres y apellidos. Pero creo que el Mejunje en parte existe y ha existido porque en Santa Clara, en Santa Clara hubo siempre gente muy adelantada, que entendieron una obra que no tenían por qué entenderla en los momentos que no había demostrado todavía nada y fueron apoyo fundamental. Y ahí estoy hablando de la época de Tomás Cárdenas, de Alfredo Nieto, que Alfredo Nieto iba cuando el Mejunje era el sábado, todos los sábados, cuando era presidente de la Asamblea Provincial con su señora al Mejunje a participar como uno más. Eso allí lo inauguró, aquel Mejunje, ahí donde está ahora, un bejuco que yo puse para inaugurar lo picó Tomás Cárdenas.

Silverio: Después ha venido gente que ha seguido esa línea. Yo creo que sin la participación de Humbertico, que fue fundamental, que metió ese lugar, que siguió siempre promoviendo y tiene gran parte en el Mejunje; sin el apoyo de Díaz-Canel, que le tocó también la parte más difícil del Mejunje, la más complicada, la que un día se levantaron, se levantaron y entonces todas las televisoras importantes del mundo estaban poniendo el Miss Travesti en Santa Clara, que después de Fulanita es el Miss Travesti, estaban hablando unos a favor, otros en contra y aquello entonces empezó a enterarse la gente de que lo que era el Mejunje. Y él tuvo una actitud muy valiente, me imagino que tuvo que enfrentar también muchos criterios que yo lo estaré agradecido, pero estaba también Lázaro Expósito en el municipio, miren cuánta gente estoy mencionando, que fueron los que tomaron la obra en el momento más complicado. Julián, director de cultura, Nelly Valdés,, que estaba en la UNEAC, después vino Toni, es decir que hay un componente muy importante que conocían, porque yo creo que el Mejunje, cuando había detractores, que ya casi no hay, era gente que no conocía el Mejunje, nunca habían ido. Entonces, cuando iban a una batalla, perdían, porque les decían, bueno y cuántas veces tú has ido? No, yo nunca he ido, yo no entro, tú no puedes hablar si no entras ahí. Pero todas esas batallas se ganó, que además eso también le dio al Mejunje misterio, y yo trato de decir que el Mejunje tiene un misterio, y el día que se acabe de decir misterio, es un lugar más. Es un lugar todavía con misterio, con morbo, podemos decir también, para muchas personas, y eso yo siempre lo he tratado de mantener.

Silverio: Yo te puedo decir que el Mejunje ha hecho en estos tiempos lo más atrevido que se ha hecho en este país, lo ha hecho cuando no eran leyes, las leyes vinieron después, y cuando las leyes vinieron ya había pasado por eso, ya estoy en otro camino, en otro derrotero. 

Samuel: ¿Cuánto le teme usted a la discriminación, la exclusión y los estereotipos?

Silverio: Bueno creo que es algo que no debe existir, nosotros tenemos que darle todas las libertades y los derechos a los seres humanos, no estoy tampoco defendiendo que es un delincuente. El delincuente también, yo sé, ya yo con la vida y con el tiempo que llevo ahí, que el Mejunje ha sido mi gran escuela, esa ha sido mi universidad, sé que hay personas que son salvables, pero hay otras personas que no lo serán, nunca. Entonces con esos que son salvables y con los que uno piensa que no son salvables y a lo mejor un día te dan la sorpresa, hay que trabajar mucho, pero hay que trabajar entendiendo. Yo vivo un diálogo permanente con los jóvenes porque yo soy joven, yo siempre lo digo, yo tengo 75 años pero tengo un pensamiento de 20. 

Samuel: Y es maestro de juventudes...

Silverio: Yo pienso como un joven de ahora, yo con mi generación no tengo nada que ver, yo vivo como quise vivir, porque yo creo que si algo tienen que hacer los seres humanos es elegir, y elegirlo a tiempo, la manera en que quiere vivir. Yo no tengo hijos porque no me importó nunca tener hijos, eso para mí no es una preocupación, ni una frustración, yo no lo quise. Yo celebro muchísimo al que tiene 3, 4 y al que tiene 10 hijos si quiere, pero no es lo que yo aspiraba para mí. Yo soy un defensor de vivir en libertad y yo tengo toda la libertad del mundo, defiendo la libertad del ser humano para hacer como quiera hacer y como quiera vivir. Y en mi caso creo que lo disfruto muchísimo.

Silverio: Vivo solo porque me gusta vivir, solo porque elegí la soledad como manera de vida, lo que no quiere decir que yo sea un ermitaño. Yo tengo miles de amigos, miles de gente y que pasan por mi casa, pero yo necesito ese momento de estar solo en mi casa. Ya cuando tengo una visita de 3 o 4 días estoy loco porque se vayan, y si no se demora un poquito digo mira ya se cumplió. 

Samuel: Si alguno de esos amigos está escuchando pues ya sabe.

Silverio: Sí, y he ayudado a mucha gente, algunos que se los merecían, otros que ni se lo merecían, pero nunca cerraba la puerta, porque tú cierras una puerta porque te robaron algo y después te pierdes una cantidad de gente que pueden pasar a esa puerta y que no hacen nada, te pierdes otra gente. Yo tengo esa conformidad, me llevan esto, está bien, ya lo recupero, eso se puede comprar, lo que no se puede comprar es otras cosas, eso se compra, te llevan un caldero, te llevan una batidora y tú vas al mercado, si tienes dinero lo compras o vives sin eso, que tampoco es imprescindible para vivir. 

Foto: Tomada de Cubahora

Samuel: Muchos visitan Santa Clara y la descubren atraídos por el Mejunje. Usted ha dicho que ese sitio es un ensayo de la sociedad cubana, ¿lo sigue siendo después de más de cuatro décadas?

Silverio: Sí, sigue siendo y está muy adelantado en eso. Yo creo que también si vamos a analizar estos últimos años, cuántas cosas se han hecho, cuántas cosas se han aprobado, una nueva Constitución, el nuevo Código de la Familia, el Código de Salud, el Código del Trabajo, que te da todos los derechos.

Silverio: Lo único que la gente oye decir eso y no lo estudia, no saben. La gente desconoce los derechos porque no estudia. Entonces, que los estudia y los tiene en la mano, puede defender.

Silverio: Todas esas cosas han ido en beneficio de la sociedad, en beneficio también de la libertad de la persona, de elegir. Este país va avanzando y ha avanzado mucho, sobre todo en la comunidad LGBTI. Si partimos desde la UMAP para acá, tú tienes que saber explicar eso.

Silverio: ¿Cómo se fue avanzando, qué fuimos ganando, qué se fue ganando y cuál es la realidad actual? ¿Quiere decir que no hay homofobia? La hay. ¿Quiere decir que no hay racismo? Lo hay, lo que hay que atajarlo a tiempo porque eso depende de la gente. Y lo que tenemos es que estar muy atentos y cuando surja, tener la ley que las hay para combatirlo. 

Samuel: ¿Por qué crees, Silverio, que un sitio que comenzó como resguardo de gustos diversos, tanto culturales como sexuales, por qué no decirlo, hoy se ha convertido en un espacio que alberga proyectos tan humanos como “Santa Clara por la vida”?

Silverio: Yo creo que "Santa Clara por la vida" no pudo haber existido en otro lugar. Lo bueno que tiene, lo mejor que tengo yo es que lo he dejado hacer a la gente. Cuando llegaron Débora y Lisandra nosotros no sabíamos qué íbamos a hacer.

Silverio: Se pusieron ahí unas cajitas porque la gente necesitaba medicamentos. Pero hoy, indiscutiblemente, el lugar de la solidaridad, voy a decirlo, en Cuba, en esta provincia, es el Mejunje.

Silverio:La gente va al Mejunje porque la gente cree. Si la gente no creyera en esa historia, no iría allí a donar nada, porque se pierde. No, no, no, la gente va porque sabe que lo que se lleva allí le va a llegar a las personas. No hemos dejado nunca nada a nadie. Ningún organismo, nosotros lo llevamos y lo repartimos y todas las puertas se nos han abierto.

Silverio: Cuando fuimos, cuando el Saratoga, ahí no había entrado nadie. Donde estaban la villa panamericana que estaban las familias que perdieron las casas y no había entrado nadie. Nosotros esperamos el momento en que se podía entrar y nos fuimos allí a dar un show que nosotros queríamos. Ya se había formado allí el consejo de vecinos y nos metimos allí dos horas con ellos conversando, nos contaron, nos hicieron un café, nos dieron esto y nos atendieron y le dijimos: mira, esto es para ustedes, repartánselo.

Silverio: Llegamos así cuando los supertanqueros. Ya cuando llegamos al supertanquero nos dijeron: Bueno, ustedes pueden dejar esto aquí, pero lo pueden llevar donde ustedes quieran. Y así lo hicimos. 

Silverio: Fuimos donde queríamos, lo llevamos donde queríamos y llegamos a Pinar del Río y ahí vamos, hasta San Juan y Martínez. Para allá nos fuimos y nos metimos en un lugar, una zona que es un barrio que se llama El Marabú. Ya puedes imaginarte con ese nombre cómo será ese barrio. Y fuimos casa por casa: “qué le hace falta, un par de zapatos; qué le hace falta juguete para un niño” y fuimos repartiendo a las personas.

Silverio: Porque si tú no haces eso, tú no sabes si llegar y te pierdes la alegría de la gente o te pierdes el llanto. Y entonces tienes una imagen televisiva. Mira allí cómo quedaron los pobrecitos.

Silverio: No, no, hay que estar allí. Y hay que compartir toda esa cosa que es lo que hemos hecho también aquí. Cuando el Irma... así que es un trabajo de larga data ya en el Mejunje.

Jóvenes santaclareños vinculado al proyecto Santa Clara por la vida. Foto: Tomada de la página de Facebook El Mejunje de Silverio

Silverio: Y ese es el sentido porque tú no puedes decirle a los jóvenes que sean solidarios si tú y estos proyectos los mantiene los jóvenes, esos jóvenes que dicen que están perdidos, que están más encontrados que mucha gente. Esos jóvenes son los que sostienen porque cuando hacemos un almuerzo allí para los ancianos, quiénes lo buscan, quiénes lo reciben, quiénes lo cocinan, quiénes lo dan, qué amor ponen para que esa gente se sienta acompañado. Son los jóvenes y eso a mí me llena de fe.

Silverio: Hace poco yo recibí el campamento este de la juventud. Creo que fue primero y me quedé tan conmovido por esos jóvenes que eran 100. Creo que muchos más participativos. Ahí está la juventud. Este país lo están haciendo los jóvenes. ¿Quién hace el país?¿Ya los viejos, mi generación?, no. Hay que creer mucho. Siempre les he dado la confianza, les he dado todas las posibilidades para que hagan lo que ellos quieran.

Silverio: El Mejunje lleva 40 años, hay espacios que llevan 35. Claro, se han ido renovando y ese espacio lo hice a propuesta de la gente. A mí no se me han ocurrido todas las cosas de El Mejunje, yo sencillamente he escuchado y he dado la posibilidad. Unas han funcionado, otras no, pero si el proyecto es complicado, me gusta más. Y vamos a hacer esto. 

Samuel: ¿Considera usted que después de tantos años y tanta obra, todavía existan personas que valoren de manera despectiva a El Mejunje y lo sigan calificando como un club gay?

Silverio: Sí, existen, pero la minoría. No creo que eso sea ya un problema. Ya a El Mejunje va todo el mundo. El Mejunje rompió todas las fronteras. El Mejunje demostró que es lo que hay que hacer. Creo que ajeno al Mejunje no hay nadie. No voy a decir en Santa Clara. Es muy difícil que tú te encuentres, yo digo por mí, yo voy a la provincia y la gente, donde yo pienso que nadie me conoce: "Ay, mira, este es el del Mejunje". En cualquier lugar aparecen quiénes me conocen, en los campos más apartados también. Bueno, porque realmente he sido, no porque lo haya elegido, bastante mediático. Salgo yo por la televisión. La gente te va conociendo y conoce una obra. 

Silverio: Por mi casa pasan todos los días no sé cuántas personas buscando un medicamento que la mayoría no se lo puedo resolver, pero a veces se lo puedo resolver, y eso me alegra. Ayudar a las personas, a veces una pastilla que tú le dés a una persona, le alivia por lo menos un momento el dolor.

Silverio: Yo creo que esa fe que tiene la gente es una fe en El Mejunje, una fe en que allí pueden resolver, es una fe en que se les va a escuchar, una fe en que se les va a dar un plato de comida.

Silverio: Hay que irse renovando. Tú tienes que ver la actividad cuando va fallando para decir qué le falta esto. Hay que hacer esto para que esta actividad se mantenga. Ahora yo estoy con una remodelación completa del Patio de Teresita que está quedando muy bonito, muy bien, con el mismo propósito. Tal vez me di cuenta que no podíamos seguir en las cosas recicladas. Había que darle también otro confort sin perder la esencia, sin bajar allí a Teresita, a este lugar. Una Teresita que viviría en estos tiempos, que ha sido también para mí ese conocerla, ese compartir con ella, una de las personas que me influyó mucho.

Silverio: Entonces también ese trabajo por rescatar, por devolver a la memoria el espectáculo este que hacemos de Raúl Ferrer, que es un espectáculo también de memoria, de cómo hace falta que los maestros incluso aprendan. Que ese sí es un ejemplo, yo creo que ni en las escuelas se da Raúl Ferrer, que es el insigne de la pedagogía hoy, sobre todo en la escuela rural. Y eso es lo que uno va aportando, mantener la memoria campesina, esa historia, esas tradiciones, que la gente piensa que el campo todavía sigue con sus tradiciones y lo que uno tiene que devolver. Ahí están las obras, “Las cabañuelas”, que llevo treinta y pico de años haciéndola.

Silverio: Y uno también va cambiando, porque después te das cuenta que era una obra muy adelantada en el empoderamiento de la mujer, la mujer esa maltratada que al final decide y se va, no se va con nadie, se va sola, y decir que hemos reafirmado eso, que el tiempo va pasando; los recuerdos del batey, que es un recorrido por toda esa tradición del campo, desde los velorios; los guateques; el circo, que casi está presente en todo lo que hago. 

Silverio: Es una obra como "No importa" que lleva 89 representaciones ya, que está tratando una realidad cubana dura, fuerte, porque es fuerte, pero hay que decirla, pero hay que saber decirla, no convertirla en un panfleto vacío. Ahí está, la gente tiene sus motivos y cada cual tiene sus motivos y los explica. Entonces es una obra que te va a llenar, dondequiera que tú vas llena sala porque además tiene una campaña promocional que hacen ellos mismos y es una cosa que me satisface.

Junto a Silverio, los muchachos del proyecto Santa Clara por la vida en acción. Foto: Tomada de Cubadebate

Silverio: Yo voy con ellos a todos los lugares, es que me cuentan, allá pasó esto. Yo creo que de las 89 funciones yo he visto 80, porque voy y puedo ver el público. Si tú no emocionas, si la gente no llora, si la gente no comparte, si la gente no sale de allí con esa pena y además pensando y sacando conclusiones, las conclusiones se hacen después a solas.

Silverio: Yo creo que eso ha sido un éxito tremendo y también poderla llevar a lugares que uno pensó que nunca podía llevar con esa obra y encontrarse con gente allí, como la Escuela Superior del Partido de Ñico López porque llegamos, hicimos una función y cómo la gente la recibió. Yo creo que no deja a nadie indiferente y eso es lo importante. A alguien puede que no le guste, pero de la sala no ha salido nunca nadie, ni tampoco se convierte en un panfleto barato que la gente aplaude cuando uno tiene que aplaudir.

Silverio: Y es eso, hay que estar siempre buscando la renovación, hay que renovarse constantemente, porque si no te renuevas te pones viejo. Y entonces El Mejunje sería el lugar más aburrido del mundo.

Silverio: Dice la gente ya el Mejunje no es igual, no, el que no eres igual, eres tú. Cambiaste, fuiste tú. rl Mejunje sigue siendo lo mismo. Pregúntale a un joven de estos. Yo me estoy pensando con qué juventud me toparé yo de aquí a cinco años. ¿Será atómica?. No sé, pero bueno hay que prepararse para encontrarse con esos jóvenes y tratar de hacerle lo que le gusta en ese momento, siempre que tenga calidad.

Silverio: En El Mejunje está todo lo que es patrimonio de la nación cubana. Está el bolero con un público tremendo, está el feeling, está la música campesina. Mira cuántas cosas hay allí que todo eso es patrimonio de la nación cubana. Eso está allí vivo, vivo y en constante evolución. Eso es lo que sirve, lo que surgen nuevas figuras. Los que están haciendo eso ya son personas mayores, pero el feeling, hay mucha gente joven que va, en el bolero, hay muchos jóvenes cantando bolero. Yo creo que la música campesina es el género que más gente joven tiene. Que tú decías, bueno, cuando se acabe esta generación de Celina, qué va a pasar, nada. Mira cuántas figuras, cuántos poetas, casi niños, lo que se ha hecho, se ha trabajado mucho y eso es lo que uno tiene que hacer constantemente, renovarse.

Samuel: Estamos claros de nuestra gratitud hacia usted, pero, ¿qué le agradece Ramón Silverio a esta ciudad pilonga y a su gente? 

Silverio: Todo. Yo no podría vivir sin Santa Clara. Yo creo que hay una película argentina que se llama Un Lugar en el Mundo, esa que te plantea que cuando encuentras tu lugar en el mundo y ya no tienes otra cosa que hacer, sabes que lo encontraste, ese lugar para morir. Y entonces yo creo que encontré en Santa Clara mi lugar en el mundo y ahí voy a estar, en ese lugar. 

Samuel: ¿Y qué pasará en El Mejunje cuando Silverio no esté?

Silverio: No sé, algo pasará. Yo no voy a sufrir, entonces como no voy a sufrir, no me voy a poner a pensar en una cosa que va a ser después.

Silverio: Yo si lo tengo todo preparado para que esté ahí una fiesta el día que me muera, que sea una fiesta grandísima, que se acabe el mundo, que se emborrachen, que haya de todo, esa diversidad y que después, mira, se acabó. Que no quiero tampoco, eso lo he dicho públicamente, ninguna medalla, ningún diploma, ni nada de eso puesto ahí. Nada, me fui y me convertiré en polvo, como dice el dicho. Y nada, eso, que lo tiren, ya se acabó. 

Silverio: Es una pregunta que es muy recurrente y me la hacen siempre. Mira, yo no sé qué va a pasar. A lo mejor es mejor, a lo mejor le dan candela, pero como no me voy a enterar, ¿para qué voy a sufrir con lo que va a pasar después? 

Patio de Teresita. Foto: Carlos Rodríguez Torres

Samuel: Usted ha afirmado que uno debe estar reinventándose porque el show debe continuar.

Silverio: Sí.

Samuel: ¿Qué le faltaría a Silverio por hacer en este gran espectáculo que ha sido su vida? 

Silverio: Yo creo que me faltan muchas cosas. Te puedo decir ahora porque yo pienso hoy y mañana estoy metido ya haciendo la actividad. Los planes esos de futuro, yo no tengo ninguna hoja con escrita, ningún objetivo ni nada de eso. Yo hago porque se me ocurrió y llamo a la gente, mira, voy a hacer esto, vengan para acá, siempre que sea cosa que movilicen, que le ayuden al ser humano a ser mejor ser humano.

Silverio: Como aquello cuando se iba a acabar el mundo, ¿qué se me ocurrió hacer? El arca de Silverio. Y El Mejunje estuvo el día entero tratando la gente para salvarse allí en el arca esa que yo me inventé. Hicieron una cola, hicieron todo y después fue la noche. Aquello fue inmenso, una de las cosas más lindas que la gente recuerda. El mundo se acababa a las doce de la noche. A las doce de la noche nosotros decidimos hacer un fuego de esos Mayas. Y eso entonces moviliza a la gente.

Silverio: Esas fiestas del agua que nosotros hacemos, que van tantos jóvenes con mangueras y con esas cosas. Yo creo que El Mejunje todo lo inventó. Yo puedo decir que fue antes del Mejunje y después del Mejunje. Cuando dicen “mira están haciendo así”, eso lo hice yo hace muchísimo tiempo. Eso yo lo estoy haciendo hace rato, no es la novedad. 

Silverio: Yo estoy convencido que los transformistas de Santa Clara, los que se hicieron aquí, los que nacieron en El Mejunje, son los mejores del país en todo. Y que hoy no hay cabaret, no hay vida nocturna, que creo que le hace mucha falta a Santa Clara, le hace mucha falta una vida nocturna alrededor de este parque, que es un cementerio. Parque que era lleno de evolución, es decir, las instituciones, todo el mundo cierra a las seis de la tarde, a las siete y no hay vida. La vida hoy de Santa Clara está en los bares particulares. Unos son muy buenos, otros cumplen el objetivo que se trazaron. Otros, como decir, el Black Out o el Más allá, el Clandestino que tienen propuestas culturales, pero todo es válido.

Silverio: En este mundo creo que hay público para todo. Pero yo creo que hay que dar una respuesta a esto que dicen los jóvenes. Que con propuestas económicas, cuántas capacidades hay aquí alrededor del parque para mantener la vida de la ciudad, que es una ciudad bohemia. ¿Cuántos? Que no se explotan, porque todo el mundo cierra. Y que tienen la actividad cuando son las nueve de la noche "oye, ya son las nueve, hay que irse". Creo que hace falta gente que se quede, que disfrute la actividad. Bueno, yo la disfruto y ya si no la disfruto me puedo ir, pero yo tengo preparada allí la gente que se va a quedar hasta que quiera.

Silverio: Eso creo que le señalaría a Santa Clara, que es una ciudad que quiero mucho y como la quiero mucho, quiero que sea también una mejor ciudad. Y le faltaría también un poco, que haya mejorado, limpieza, embellecimiento que no es solamente pintar, sino que tiene que haber otro orden. Y lo estoy diciendo desde mi punto de vista, no tendría ni que meterme en eso, pero sí desde santaclareño, de gente que quiere a la ciudad.

Silverio: Le faltaría en este momento también una vida nocturna más interesante. Y decía que hoy el cabaret y la vida nocturna de Santa Clara y de Cuba la mantienen los transformistas, los únicos que llevan público a esos cabarets, porque si no, no va nadie o va muy poca gente. Y eso lo digo con conocimiento de causa.

Silverio: Aquí hubo dos eventos importantes ahora, uno que llenó el Cubanacán dos noches que fue el evento ese de la copla. Y después hubo acá “María de mi corazón”, que es un evento que nosotros hacemos lleno, lleno, lleno, lleno y llenó la ciudad porque aquel de la copla y esta gente vino, no sé, aquí la capacidad hotelera estaba toda llena. El América, el Floreale, el Central de gente que vino a gastar su dinero aquí. Como no se había visto, creo que no se veía nunca. 

Transformistas en el Mejunje. Foto: Tomada de Cubahora 

Samuel: Usted ostenta el Premio Nacional de Cultura Comunitaria, Maestro de Juventudes, es dramaturgo, escritor, actor, pedagogo y una larga lista de profesiones. ¿Cuál de tantos premios y actividades logra llenarlo espiritualmente con mayor satisfacción? 

Silverio: Yo tengo, yo creo que ya me tienen que llamar y decirme qué te falta. Porque también a mí me han dado cosas que me las han dado dos y tres veces. También, ha ocurrido.

Silverio: Ese de Maestro de Juventudes es un premio que creo que sí me emocionó y tuve la suerte que creo que pocos han tenido de haber recibido el premio Maestro de Juventudes junto a Verónica Lin, Omara Portuondo, Frank Fernández, Eusebio Leal, Alberto Luberta y Ambrosio Fornet. ¡Mira cuántas personalidades! Entonces yo creo que eso era también un valor agregado al premio.

Silverio: Pero a veces hay premios muy humildes que te dan y te dan un reconocimiento. No el diploma ese que se dan, que ya esos diplomas, yo creo que eso tenemos que dejarlos, esos diplomas humildes que damos a la gente, eso no nos interesa a nadie, lo dejan en los asientos.

Silverio: Pero creo que por primera vez, hace como tres años, Educación me dio una cosita que dieron, que se llamaba Maestro deja tu huella o una cosa así. Se lo agradecí mucho porque yo que he dedicado la vida a educar y fui maestro, a veces tengo muy poco reconocimiento. Son premios sencillos, pero que me llenan.

Silverio: Hay otro que tengo allá que se llama, que es muy bonito, “El Rock Soy Yo”, que me lo dieron los rockeros de ahí del Mejunje. Es un premio que a mí me motiva. Tengo otros premios, Distinción por la cultura cubana, así medallas de esto y de lo otro.

Silverio: Vas a mi casa y no vas a ver ninguno porque yo eso no los tengo para exhibirlo, yo los tengo ahí guardados porque no tengo una pared llena de premios tampoco. Yo creo que el premio mayor me lo da la gente todos los días y es el que más me satisface, esa gente que te para en la calle, esa gente que a veces creo que son excesivamente amables y yo no tengo qué decir. Porque me dejan así descolocado por las cosas que me dicen. Y, “ay, usted tiene que ser eterno, usted esto, lo otro”, cosas que no sé y ojalá.

Silverio: Pero esos son los premios mayores, lo que te expresa la gente. Tampoco soy tan inmodesto, es decir, que yo no he hecho una obra. Yo sé lo que yo he hecho, pero no vivo para nada de eso. Una cosa es vivir de lo que tú haces, decir yo soy, yo soy, yo soy, como tú ves por ahí, y vivir honestamente. La gente me admira que yo ando por ahí, como uno más que lo que quiero ser, soy uno más.

Silverio: Yo creo que gracias a la gente que trabaja conmigo, a los que han dedicado la vida allí, estén donde estén porque siguen siendo de El Mejunje. Y creo que lo que más extrañan los santaclareños que están en otros países es el Viernes de la buena suerte, es la Trovuntivitis, es esto, es lo otro. 

Silverio: Entonces esa es la satisfacción mayor que puede tener un creador. Ir y llenar un teatro, ir y ver la gente del campo feliz, aquellos viejitos que tú fuiste y tenían 30 años y ahora tienen 70 o tienen 80 y van con los bastones a verte, generaciones que ya no te conocen. Y es una obra que tal vez yo he recibido tantos premios porque he estado en muchas cosas, que no tienen nada que ver con la cultura. Y el Mejunje sin duda, no puedo negar que es una obra inmensa, una obra que mucha gente tributa, una obra respetada y querida. Y ya no viene nadie a Santa Clara que no diga yo quiero que me lleven al Mejunje, yo quiero conocer a Silverio, quiere decir que eso es mucha gente. 

Silverio: Entonces les doy un conversatorio, lo mismo al estudiante que va humildemente, porque le mandaron un trabajo en la escuela, si yo veo que no está matando el gallo, porque si veo que está matando el gallo, le digo mira, vete, busca en Internet que ustedes saben buscar. Y se lo doy a él como se lo doy al mejor periodista del mundo y no es que me estoy haciendo.

Silverio: Yo le he dado entrevistas aquí a los grandes de la prensa de Cuba y de la prensa internacional. Nunca he tenido miedo, nunca lo he consultado con nadie, viene el fulanito, yo sé lo que digo, yo soy el responsable, nadie jamás en la vida me ha tergiversado, nadie me ha inventado cosas. La gente ha puesto lo que yo he dicho, porque esa es mi condición.

Silverio: Ahora viene una gente que están haciendo una serie ahí, que es una serie con las grandes de la cultura cubana, todo el mundo le habló de El Mejunje, todo el mundo le habló de Silverio, y dicen tienes que ver a Silverio.

Silverio: Porque son los conocimientos de la vida, yo no tengo conocimiento de libros ni nada de eso. Mi conocimiento es la vida, y como es la vida misma y yo he vivido, yo he sido protagonista, lo sé contar con sus luces y con sus sombras.

Silverio: Pero es ese reconocimiento de la gente, donde quiera que uno va, no solamente en Santa Clara, que a mí lo que me da realmente, y no lo digo así, me da pena, porque la gente es excesivamente a veces amable porque te dice cosas que tú no esperas que te van a decir o te paran en la calle y te dicen “usted es un dios, usted es Cristo”, usted es esto. Nada más lejos. Pero ese reconocimiento es lo mejor. Pero bueno, aquí seguimos, en esta historia, que para mí es vivir, y que no puedo dejar de hacer.

Silverio: Pienso que voy a ser eterno, yo sé que no, pero si te pones a pensar que te vas a morir, dejas de hacer cosas. Me sigo poniendo retos.

Foto: Francisnet Díaz Rondón

Silverio: Yo subí el Turquino con 70 años porque dije tengo que subirlo, yo no me perdonaba no haber subido el Turquino nunca, me acordé tarde, y lo subí, y tengo en plan subir el 80. No sé cómo, pero lo voy a intentar.

Silverio: Y ya la gente me pregunta, ¿a dónde vas este año? Yo todavía estoy pensando que ya es en septiembre, ¿para dónde voy a ir? 

Samuel: ¿Sus 80 son en septiembre? 

Silverio: No, no, 76. Ah, faltan, faltan. Cuatro y pico. Si fuera ahora, estaba seguro que lo podía subir. 

Silverio: Me gusta retarme, y por supuesto, también disfruto de una salud, una mala salud de hierro, como dice Sabina, también para hacer cosas uno tiene que contar con eso. Pero también para tener una buena salud y mantenerse activo, uno tiene que hacer el esfuerzo. Si tú no caminas, si tú te apuestas en la cama, si tú te retiras y vas para tu casa, hacer mandado, empiezan a dolerte todas las cosas. Yo hasta ahora no he tomado una pastilla, no tomo una pastilla nunca. Pasan todas las epidemias, y pasan todas las cosas, y yo estoy ahí, que no me caen. La COVID me la pasé, que yo que era vulnerable estaba trabajando para los vulnerables, dando comida, dando esto, dando medicamentos. Pasó todo, y yo creo que soy también un sobreviviente. Es decir, que uno la vida se la propone, y también tiene que hacer algo para mantenerte en la vida.

Silverio: Yo tengo 75 años, te lo dije, pero tengo 20 en mi cabeza. Yo no puedo nunca sentirme viejo, eso para mí no me va, yo no puedo decir, ay, yo tengo 75 años, yo sé que los tengo, pero yo pienso como una gente que tiene 20 años. Esos son mis amigos, porque si me voy a unir con los viejos, que me van a decir, ay, el nieto tiene esto, tengo esto, tengo la azúcar alta, tengo esto, tengo lo otro. No, no, no, yo soy hipertenso, y ahí comprendí que lo mejor que hay para la presión es no tomársela, ya. 

Silverio: Y esa es la actitud ante la vida, eso es lo más importante. Y prepararte para lo que venga, qué puede venir, la vida te da sorpresa, como dice la canción. Y tienes que prepararte que tú puedes pasar por todo lo que pasan los demás. 

Samuel: Muchísimas gracias por acompañarnos en este viaje sonoro de la mano de santaclareños que ennoblecen nuestra ciudad.

Samuel: En esta ocasión, y como cierre de la primera temporada, estuvimos dialogando con Ramón Silverio, quien desde hace muchos años solo necesita como carta de presentación su Mejunje, aunque su obra rebase los límites de esa casa que erigió para todos en el centro de la isla.

Samuel: Recuerde que los esperamos “A dos voces”, un pódcast de la redacción digital de CMHW, que regresará con nuevas historias para usted.