Ahí estás, Comandante, más necesario que nunca.
En estos tiempos tan duros vuelves a desandar tu isla, con tu uniforme verde olivo y tus barbas de guerrillero.
Estás aquí. Imprescindible.
Ahora mismo regresan a nuestros corazones tus majestuosas obras, tus consejos, tus advertencias de que después del triunfo todo sería más difícil.
Ahí estás, volvemos a ti para viajar por tu pensamiento, como ese talismán que nos guía al futuro, cuando necesitamos asirnos de una esperanza y de esa fe que nunca perdiste, ni siquiera cuando todo parecía imposible.
Nos haces mucha falta, los agradecidos vuelven a tomar tus manos de gigante, como un padre al que siempre tenemos que regresar cuando soplan tempestades.
Estás victorioso, optimista, venciendo como un Quijote a los adversarios, al frente de tu pueblo, en las batallas más duras, en los logros y también en los errores, en los fracasos que convertiste en oportunidades.
Ahí estás, como si cada minuto escucháramos tu voz de estadista internacional, denunciando los males de este mundo, criticando lo que está mal hecho, diciéndonos que la sabiduría está en las masas.
Ahora mismo te vemos buscando soluciones ante tantos obstáculos y desafíos externos e internos, ante tantas adversidades que nos lastran día a día, tú sigues firme, como esa brújula que siempre nos marca hacia dónde debemos marchar.
Porque con Martí nos enseñaste que «Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz» y que «Hay hombres que aún después de muertos dan luz de aurora».

Vivo, necesario, urgente. Así estás, Comandante, este 25 de noviembre, a nueve años de tu partida al Olimpo de los grandes, cuando tu imagen crece y pensamos siempre, cada minuto, en ti.
Tus palabras de firmeza absoluta en tu Proclama aún resuenan, para reafirmarnos que la dignidad no tiene precio.
Fidel, más vivo y necesario que nunca.
