El 28 de mayo de 1957, con las primeras luces del alba, un disparo preciso de Fidel Castro, dirigido a la caseta que protegía el equipo de radio de la guarnición de El Uvero, desencadenó el combate más intenso del Ejército Rebelde contra la tiranía. Este enfrentamiento marcaría un punto de inflexión en la lucha guerrillera.
La batalla fue desigual desde el principio; durante aproximadamente tres horas de lucha, los combatientes rebeldes, pocos y mal armados, pero con una valentía inquebrantable y una fe absoluta en la victoria, desafiaron a un enemigo mejor preparado y numeroso.
Los combatientes se desplazaron casi 16 kilómetros y recorrieron durante ocho horas un difícil camino en la noche previa para llegar a su objetivo, la guarnición de El Uvero. En palabras del Comandante Ernesto Che Guevara, partícipe indispensable de aquel enfrentamiento, unos 80 rebeldes se enfrentaron a 53 soldados defensores del cuartel.
La victoria en El Uvero fue mucho más que un éxito militar. Significó un avance decisivo en la conciencia de lucha de los rebeldes, un claro mensaje de que era posible derrotar al régimen batistiano.

Dicho enfrentamiento marcó el sendero y la estrategia que, 19 meses después, conducirían al triunfo definitivo de la Revolución Cubana. Fue una gesta que llenó de gloria la historia insurgente, no solo por la valentía admirable de sus protagonistas, sino por el profundo sentido humano que animó la acción, dirigida a desviar la atención de los soldados enemigos que irían tras los expedicionarios del Yate Corynthia.
La batalla del Uvero continúa siendo un símbolo eterno de la valentía y el sacrificio que caracterizaron a la Revolución Cubana. Hoy, a 68 años de la hazaña revolucionaria, Cuba recuerda aquel disparo que abrió el camino de la libertad.