Estos centros, que acogen a niños de la primera infancia, son una de las obras más nobles e imperecederas de la Revolución y contribuyen a la formación integral de los pequeños de casa, creando hábitos, costumbres y normas de conducta que refuerzan la educación del hogar.
La heroína Vilma Espín fue la encargada de organizar su creación teniendo en cuenta las actividades docentes, pedagógicas, acorde a cada edad, así como propiciando su desarrollo integral y multifacético, además de la socialización tan importante para la formación en las edades tempranas.
Hasta que triunfa la Revolución, el 1 de enero de 1959, en la isla solo existían asilos para niños en situación de desventaja social y la Casa de Beneficencia, en la que se depositaban hijos de madres solteras, huérfanos y abandonados, sin condiciones para el desarrollo sano, físico y mental de los niños, según detalles históricos.
Como obra genuina de la Revolución, estas instituciones llegaron para quedarse desde ese 10 abril de 1961 hasta nuestros días, y mucho hay que agradecerles, porque a pesar de los duros momentos vividos en la nación caribeña no han cerrado sus puertas y todo su personal se esmera para educar a los niños con todo el amor y profesionalismo que ello implica.