Veinticuatro años han transcurrido, y la memoria se mantiene viva. Este 8 de junio, volvemos a aquel lejano 2001, cuando un tribunal en Estados Unidos pronunciaba un veredicto que impactó profundamente a Cuba: la condena injusta contra cinco valerosos compatriotas. Eran hombres cuyo único objetivo era proteger a su pueblo, infiltrándose en las redes terroristas que, con total impunidad, operaban desde el sur de la Florida. Su misión era clara: desarticular planes criminales y salvaguardar la paz de la patria.

Aquellas sentencias desproporcionadas, dictadas en un juicio viciado, sin pruebas concluyentes ni testigos imparciales, evidenciaron la complacencia de los grupos anticubanos. Durante años, el silencio cómplice de los grandes medios internacionales intentó ahogar la verdad y ocultar la esencia de una lucha justa.

Pero la voz de Cuba no se calló. Liderado por la inquebrantable convicción de Fidel, nuestro pueblo alzó su clamor. Como sentenció el propio Gerardo Hernández Nordelo, un «jurado de millones» hizo justicia, y una inmensa ola de solidaridad internacional se levantó para romper el muro de la desinformación y exigir la libertad de nuestros hermanos.

La batalla fue larga, intensa, se extendió por más de una década. Pero la perseverancia dio sus frutos, y la luz comenzó a abrirse paso. Primero, con el retorno de René y Fernando, tras cumplir íntegramente sus excesivas condenas. Y finalmente, aquel 17 de diciembre de 2014, una jornada que quedó grabada en el alma de los cubanos como sinónimo de victoria y reencuentro. Gerardo, Antonio y Ramón regresaron a la patria, tras 16 años de un encierro que nunca debió ocurrir.

Fue el triunfo de la dignidad, del valor inquebrantable, una lección de resistencia que conmovió al mundo. Hoy, los Cinco caminan junto a su pueblo, con esa hidalguía que los caracteriza. Con su ejemplo, construyen sueños en un país que ha sobrevivido a innumerables adversidades, gracias también a la fortaleza y resiliencia de hombres y mujeres como ellos.

Volvieron con la frente en alto, con el orgullo arraigado de ser parte indisoluble de esta tierra y, sobre todo, con la profunda convicción de que la Revolución Cubana jamás abandona a sus hijos. Por tanta lealtad, por tanto coraje y por la dignidad de su causa, los Cinco son, y serán por siempre, héroes de nuestra Patria.