En sus setenta años de sobrevida, Hugo Chávez sigue caminando por Sabaneta de Barinas, donde abrió los ojos al mundo.
Allí está, inolvidable, el niño líder, estudioso, amante del deporte, cariñoso y carismático, vendedor de los dulces que llaman arañas y que hacían las nobles manos de la abuela Rosa Inés Chávez, la entrañable mamá Rosa, allí en esas llanuras está el amigo humilde y fiel que jamás olvidó sus raíces después de llegar a ser Presidente de la República.
Telma Torres fue su amiga de infancia, la depositaria de sus sueños. A sus siete décadas, se confiesa orgullosa de haber sido el amor eterno del arañero.
“Era muy creativo, buen estudiante, extraordinario amigo, su abuela le preparaba los dulces que se hacían de lechosa, que se conoce en Cuba como fruta bomba, y se los echaba en una botella de vidrio, él los vendía, pero siempre me guardaba un dulce para mí”, sonríe.
Y agrega: “En una entrevista que concedió a una televisora, siendo Presidente le pidió permiso a su esposa y dijo que yo era su amor eterno, él venía a todas las fiestas patronales, de fin de año, Navidades, y nunca dejo de asistir, para mí está vivo. Lo llevamos en los corazones”.

Marcos Rosales, El Rayo, como se conoce en el pueblo natal de Chávez, todavía se emociona cuando recuerda a su amigo de siempre que se convirtió en un soldado de la Patria.
“Lo imagino en ese patio sentado mirando al horizonte con ese sueño de patria, y para mí, sigue con nosotros, transmitía rebeldía, luego nos convencimos de que estaba en lo cierto, que es posible seguir soñando , ese muchacho que nació en esta tierra y pensó más allá, logró trascender porque pensó en su pueblo, en el mundo”, opinó.

Alfredo Aldana, quien también fue amigo de Chávez desde que eran muy pequeños, afirma que Hugo era alumbrado por una mano divina, que le auguró al hijo de Sabaneta que un día sería Presidente.
Y afloran sus recuerdos cuando vuelve tantos años atrás. “Estudiamos en la misma escuela, jugábamos béisbol y en uno de esos juegos venía alumbrado por Dios, por una mano divina, un día estaba calmando la sed en una llave de agua, Chávez se agachó, miró al cielo y nos dijo, yo voy a ser Presidente”.
Jamás olvidó su pueblo. Desde la cárcel en 1992 escribió a sus amistades inquebrantables. “(…) Sabaneta, raíz profunda de mi propio ser y esencia de mis luchas. Sabaneta siempre será el recuerdo vivo de mis primeros años, de mi gente más querida, de mis primeras y eternas esperanzas.

(…) Hacia todos ustedes van mis recuerdos y toda la fuerza de esta lucha que apenas comienza como el canto de los gallos al amanecer, mil gracias por el apoyo que han brindado a nuestra lucha que no es otra cosa que la “causa del pueblo”.
Estas ideas se reiteran una y otras vez en los labios de los amigos del Comandante bolivariano, cuando insisten: “El Chávez que vive hoy es el mismo Chávez de entonces, él decía Chávez somos todos, son ustedes, ya no soy solo de ustedes, porque soy del pueblo”.
“Siempre estuvo presente, jamás nos olvidó, se convirtió en un soldado de la patria para tener un país libre”, señaló el Rayo, Marcos Rosales.
Mientras, Alfredo vuelve con una idea central; “Chávez estaba alumbrado por una mano divina, decía que estaba contra el tiempo, el sabía que debía emplear su tiempo en la educación de su pueblo, y así nos llevó al peldaño donde estamos hoy, nos despertó”.
Chávez y Sabaneta de Barinas están indisolublemente unidos, porque allí, en esa tierra, al lado de la abuela Rosa, comenzaron a afianzarse las raíces de un líder.
