Aquel día, en la Champ de Mars Arena y bajo la Torre Eiffel, la historia del deporte mundial fue reescrita por un cubano. El Gigante de Herradura, próximo a cumplir 42 años y con una determinación indoblegable, conquistó su quinto título olímpico consecutivo, convirtiéndose en el primer humano en alcanzar tal hazaña en una misma prueba individual. Nadie, ni Karelin ni Bolt ni Phelps. Solo Mijaín.
La épica de aquel combate final, ganado por superioridad técnica (6-0) ante su compatriota Yasmani Acosta, fue apenas la antesala de un momento aún más solemne: con la serenidad de los dioses, López se quitó las zapatillas y las depositó en el centro del colchón. El silencio fue inmediato, reverencial. Era su despedida, su consagración.
Desde Pinar del Río hasta Maisí, millones de cubanos seguían el duelo por televisión. Se detuvo el café, se apagaron las hornillas, se enmudecieron las calles. El país entero contenía la respiración ante los embates del titán. Y cuando llegó la victoria, brotaron los abrazos, las lágrimas, los vítores: “¡Cinco oros, cinco estrellas, un solo campeón!”
La televisión lo mostró de espaldas al mundo, de frente a la gloria. El rostro sudado, los ojos brillando de emoción, los brazos abiertos a la eternidad. La bandera cubana ondeando sobre sus hombros. Y en su pecho, esas cuatro letras: CUBA.
Su camino a la cima fue una lección de resistencia. Venía de un prolongado silencio competitivo tras Tokio 2020, cargando el escepticismo ajeno y los pronósticos de declive. Pero regresó como solo regresan los elegidos. Derribó a uno, neutralizó a otro, dominó al penúltimo, y venció al otro finalista sin recibir un solo punto. Un paseo imperial hacia la inmortalidad.
Hoy, al cumplirse el primer aniversario de aquella jornada inmensa, Cuba entera lo recuerda como el mejor luchador de todos los tiempos y como el símbolo de una nación que resiste, sueña y pelea. Porque Mijaín, además de ganar medallas, forja carácter, inspira a generaciones y le da nombre al honor.
Se fue, pero no del todo. Sus zapatillas quedaron sobre el colchón y su leyenda, en cambio, se quedó para siempre en el corazón de su gente.