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Eddy Rojas, el cañón de Calabazar de Sagua
Eddy Rojas, destacada figura de la pelota cubana

Eddy Rojas, el cañón de Calabazar de Sagua

Alberto González Rivero

Martes, 12 Agosto 2025 11:46

Una pelota de beisbol cayó en el medio de la plazoleta del parque como una bala de cañón. Los peñistas se removían desde sus asientos con el atronador impacto, pero Heriberto daba fe que esa asonada sólo podría ser obra del Señor Cañón Eddy Rojas Sotolongo. Llevado por la algarabía de los aficionados al pasatiempo nacional, no era casual que se deslizara en el home de la contaduría Pedro Javier, Papillo, el hermano del pelotero de Villa Clara.

El célebre de la familia es uno de los brazos más poderosos que ha tenido el beisbol cubano en todos los tiempos. Eddy Rojas Sotolongo nació en la Finca La Palma y desde muy pequeño ya asombraba por lanzar piedras contra los árboles con una velocidad aterradora.

Papá Vitelio lo observaba cuando los muchachos lo invitaban a tumbar mangos o ciruelas en la arboleda cercana al hogar. Algo intuía Vitelio sobre el futuro guardabosque.

Luego vinimos a vivir a Palmarito y uno de esos entrenadores de beisbol de la localidad, Fidel Nodarse, descubrió el brazo que tenía aquel talento que lanzaba cañonazos pelota en mano. Paciente, mamá Edelmira frotaba aquella extremidad que parecía un arma de fuego.

Las crónicas deportivas y los aficionados lo recuerdan todavía como uno de los míticos aguiluchos del centro del país.

En las peñas calabaceñas, Heriberto o Juan Miguel se disputan el privilegio de poseer la Guía de Beisbol original en la que aparece el récord de más hits conectados en un juego por mi hermano Eddy Rojas en Series Nacionales de Beisbol, el hecho de haber sido uno de los pocos peloteros cubanos que conectó 25 jonrones, bateó 100 hits en una Serie Selectiva y fue un incansable en la alineación de su equipo al acumular 14 mil 782 inings jugados en los clásicos del pasatiempo nacional.

Todavía me duele la exclusión de Eddy del equipo Cuba que asistió a Los Juegos Olímpicos de Sidney 2007, aunque lo invitaron a disfrutar de la competencia en vivo y en directo. 

La pelota tomada en la mano de Eddy Rojas cae como un rabo de nube en la calle línea, un verdadero balazo que impacta en la mata de aguacate del patio donde reside la familia Rojas Sotolongo.

Un día a mi papá Vitelio le pareció muy curioso ver que mamá Edelmira acariciaba un bastón recostado a la pared de la cocina.

Era un implemento desacostumbrado en ese ambiente beisbolero, rodeado de bates, guantes, uniformes, cascos.

Yankiel, nuestro hermano más pequeño, había decidido empuñar el bastón en la disciplina de hockey sobre césped. Vitelio y Edelmira no comprendían la ruptura de la tradición del benjamín que es un bateador a ras de suelo.

Me enorgullece ver a Eddy abrazar a Yankiel cuando regresaba de eventos internacionales con nuevos lauros para el pequeño museo que era el orgullo de papá, todavía abierto a nuevas conquistas por los aspirantes a campeones.

También se preocupa por la conservación de los trofeos y las medallas de los hermanos de la prole, porque para él los galardones míos y de Marisol no son menos relevantes que los conquistados por él. 

Desde que caminaba hasta el jardín derecho enseñando el número 34, Eddy Rojas jamás ha dejado de deslizarse en el home de la calle línea; no ha olvidado estremecer las ramas de los árboles con sus tiros de leyenda o poner la bola de aire en la almohadilla que está en el rincón de la casa que más apreciaba papá Vitelio.

* Crónica tomada del libro En Brazos de un vals, editora Laila, Argentina 2025, del autor, dedicada al célebre pelotero de los equipos Villa Clara y Cuba de béisbol.