La pintura es poesía muda, la poesía pintura ciega.
Leonardo da Vinci.
Tomás Arturo Suárez Hernampérez, poeta y artista de la plástica, vivió más de dos décadas en el Reparto Escambray, aunque hace años vive alejado de la ciudad que lo vio nacer. En sus obras hay retazos y pizcas de recuerdos de su vida en la isla. Desde niño estuvo rodeado de cultura, con una familia repleta de artistas, podemos afirmar que su vocación viene en la sangre, es generacional.
Graduado de Ingeniería Civil, especializado en Estructuras, en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), fue integrante del grupo dibujante infantil de Las Villas, bajo la dirección del folclorista Samuel Feijóo. Participó en varias exposiciones personales y colectivas dentro y fuera de Cuba, como la expo-venta para recaudar fondos para XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en Santa Clara, en 1977; la Exposición Internacional, en Lausana, Suiza; la Exposición personal en Ideal Glass Studios, Nueva York, en febrero del 2019, la Obra Universo sin Fronteras, modelada durante la transmisión de la gala del Concurso Internacional Miss Universo 2023, entre otras.
Ha sido premiado en diferentes eventos, como la Medalla de Oro en la X Feria Internacional de La Habana por mejor diseño de producto, en 1992, y el Diploma por la Restauración Histórica de los pisos del Hotel Nacional de Cuba, en 1993, entre otros.
Tomy Suárez conversó sobre su inicio en el mundo de la pintura, y cómo busca trascenderse a sí mismo, saber que pasó y puso un grano de arena, que si tuvo un talento no lo dejó en un rincón, sino que lo usó para provocar una idea, una lágrima o una sonrisa.
«Siempre me interesé en el arte de manera general. En casa existía un estudio donde papá realizaba sus diseños de arquitectura y mueblería, y yo le acompañaba muchas veces con papeles, tintas y lápices que él me facilitaba.
«La casa de mis tíos, Aida Ida y Adalberto, era el lugar de reunión del grupo Signos, que dirigía Samuel Feijóo, y mi tía me llevó, con algunos de aquellos dibujos que yo hacía acompañando a papá, porque estaban dedicando una parte de la reunión a los niños con aptitudes para el dibujo.
Luego, mis tíos siempre insistieron y persistieron para que no abandonara ese camino. En buena medida, les hice caso.
«Por esa época, también comencé a interesarme por la poesía. Aún trato de hacerla o, al menos, mantengo un coqueteo interesante con ella, que agrada a quienes la reciben.
«Recuerdo perfectamente haber impresionado a Samuel, que era una persona súper diferente y simpática y de quien recibí mis primeros consejos, uno de ellos fue: «No estudies en academias de artes, quizá fue un error hacerle caso, o no. Por una parte, eso me hizo estar “divorciado” del mundo plástico consagrado y por otra me dio algo que no tiene precio: libertad».
— ¿Qué pintores santaclareños lo han influenciado?
—Indudablemente, los miembros del grupo Signos, Samuel, Aimohez, Aslo, Alberto Anido, Ramón Rodríguez, Cleva Solís, seguro se me escapan nombres. Si bien tuve un largo periodo sin observar a los pintores en el afán de mantener mi «virginidad», mi «pureza», eso es casi imposible y, obviamente, en una familia tan relacionada con el arte, peor aún.
«Mi abuela y Amelia Peláez habían sido condiscípulas, mi tía trabajaba con René Portocarrero, Raúl Martínez, Servando Cabrera y esos monstruos te atrapan, quieras o no.
«A veces señalan alguna influencia de alguno de ellos en mi trabajo y yo me entusiasmo, porque, aunque yo soy yo, que algo de ellos esté en mí, es una señal de que bebí de buen vino.
Y artistas que te hechizan como Remedios Varo, Leonora Carrington, Maruja Mallo, Antonia Eiriz, Carmen Herrera, Tamara Lempicka y Basquiat, Andy Warhol, Matisse, Chagal, Matta, el loco Dalí y el genio Picasso. Las pintoras en primer lugar, no por falsa caballerosidad sino porque han sido tan relegadas, que todo gesto me parece poco».
«El solo hecho de emigrar y continuar trabajando lleva implícito la trascendencia más allá de la ciudad del Bélico. Mas yo, definitivamente no persigo las lucecitas montadas para escena, que solo tienen un peso efímero y comercial».

— ¿Alguna obra, en especial, dedicada a la ciudad?
—Podría escribir un libro, porque los recuerdos de mi infancia vibran en mí como si fueran de ayer: las matinés en el cine Camilo Cienfuegos los domingos, luego comentar la película con papá hasta llegar a «los chinos» de la calle Luis Estévez, para degustar aquellos helados de agua y fruta, cuando aún Coppelia no existía y era la plaza del mercado; los paseos en chivo o miles de memorias más.
«Habría que buscar en mí obra la huella que deja observar una ciudad, yo sé que están, porque ellas son mi sustento. Muchas veces me veo sobre una reja de una casa antigua por la calle Independencia, donde ensayaba la “Si revelación”, me embelesaba escuchando la música o las canciones de los Fakires, los miércoles en la recreación de la escuela Vocacional, ver a los Azucareros en el Sandino, o comer espaguetis en Los Paragüitas, quizás entretenerme mirando los azulejos de algunas fachadas. Si todo eso está en mí, no necesito decirte que está en mi trabajo.
«Hay una poesía mía que habla del recuerdo de dormir en casa de una tía en los edificios de Eliseo Prieto, cerca del ferrocarril, no es algo que dedique a Santa Clara es la Santa Clara que me habita, que es inevitable, si eso responde tu pregunta»
Cerca de la estación.
Puse mi cara en el muro,
Olor nocturno de hierro humedecido,
Infancia que atesoro
Aviso que se acrecienta al arribo
Arcoíris de sonidos.
Suenan también el río
Y las hojas en el techo.
Danzan los susurros de la tía en mis oídos
La noche incandescente
Oscura y única.

«A mí me atrae la idea de algunos amigos artistas que me dicen: “tu obra, a pesar de lo variada, se sabe siempre que es tuya y es cubana”. Con eso estoy más que satisfecho».