CMHW
Haydée Santamaría Cuadrado, la musa de la Casa de las Américas
Haydée Santamaría Cuadrado en su despacho de Casa de las Américas.

Haydée Santamaría Cuadrado, la musa de la Casa de las Américas

Alberto González Rivero

Domingo, 27 Julio 2025 08:37

La encrucijadense que logró aunar a los más relevante de la cultura latinoamericana en esas institución iconográfica del continente.

La preclaridad de Fidel vislumbró la sensibilidad de Haydée Santamaría Cuadrado, al extremo que se decide nombrar a la guerrillera de la Sierra y el Moncada como presidenta de la Casa de las Américas.

Dada su proverbial poesía humanista, Yeyé asume lo de unir a la intelectualidad del continente americano, y con un olfato muy vívido y hospitalario la encrucijadense logró que en la casa de los poetas se articulara lo real maravilloso de Gabriel García Márquez, el verso de Benedetti y de Roberto Fernández Retamar, el reino de Alejo Carpentier, la danza de Alicia Alonso o la estatura plástica de La Jungla de Wifredo Lam, entre otras iconografías culturales de la región.

Absorta en sus girasoles preferidos, Haydée se convierte en una especie de mecenas del pensamiento más lúcido de las Américas, y no en balde el Comandante Ernesto Che Guevara acudía a veces a su despacho a ver cómo se consolidaba esa otra revolución espiritual.

Haydée Santamaría Cuadrado, la musa de la Casa de las Américas
Haydée y sus girasoles preferidos.

Eran muy famosas, según me confesó Celia María Hart Santamaría, las tertulias que organizaba Yeyé en la Casa de las Américas, amenizadas con aquella tortilla de papa cruda que su mamá preparaba, y desde ahí surge esa suerte culinaria con el entramado de visiones históricas-culturales de los invitados al convite de iluminados.

Haydée Santamaría Cuadrado, la musa de la Casa de las Américas
Casa Museo Abel Santamaría Cuadrado en Encrucijada, Patrimonio Nacional.

Siempre he pensado que Fidel entrevió, asimismo, una revolución cultural y espiritual en el continente, con epicentro en la institución de referencia, y para ello encomendó a Haydée Santamaría Cuadrado para que fuera su musa, la hermana de su fiel acompañante Abel en la gesta del Moncada.

En la magia de Cien años de soledad, de García Márquez, en lo real maravilloso que suscita nuestro continente, se encierra tal vez una premonición que hoy adquiere especial vigencia, la unión cultural y espiritual de América Latina, porque la cultura salva, bien se sabe, ante la avalancha neoglobalizada del mundo contemporáneo.

Por eso Haydée Santamaría Cuadrado se recuerda y se trae al presente ávido de estremecerse con nuevos girasoles de sensibilidad, y hace mucha falta volver al ejemplo, como el de Yeyé, la guerrillera poeta, para emanciparnos por nosotros mismos, con nuestra identidad y singular sentido creador, parafraseando a Fidel.

El Comandante Guevara veía cómo Haydée se superaba constantemente ante aquella alquimia de talentos, y nos toca oler aquella fragancia con la tortilla con papa cruda que ella cocía para los intelectuales que visitaban la casa de los artistas latinoamericanos, y nos corresponde retomar otra revolución cultural y espiritual, en medio de la incesante guerra mediática que nos imponen, para que se abran nuevas alamedas en la patria inmensa de José Martí y se propale la inteligencia de esa musa que inspiró con éxito el lirismo del reino de este mundo.