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Fotos: Tomadas de la página del IPU Miguel de la Guardia

Entre la pizarra y la página en blanco (+Audio y Fotos)

Lianett Hurtado Mateo (estudiante de periodismo)

Miércoles, 02 Octubre 2024 17:20

En un rincón vibrante de Encrucijada, donde el murmullo de las aulas se entrelaza con el eco de la historia, encontramos a Alberto Rodríguez Copa, un escritor que ha tejido sus sueños en las letras y un profesor que ilumina las mentes de los jóvenes con su pasión por la literatura.

Con esa mirada que refleja la profundidad de sus poemas y un gesto que invita al diálogo, Beto, como le llaman sus cercanos, o Copa, como prefieren otros, nos recibe en el Instituto Preuniversitario “Miguel de la Guardia”, donde hace años ejerce como profesor de Español-Literatura.

Hoy, exploramos su proceso creativo, reflexiones y su visión de la literatura cubana. No solo su obra, sino sus motivaciones y la capacidad de convertir lo cotidiano en arte.

—¿Qué es lo que más disfruta de su profesión?

Lo que más disfruto de ser escritor y profesor es que ambas actividades son mi vocación. Es decir, gozo dar clases, ese instante con mis alumnos en el aula, con todas sus amarguras posibles, pero también las enormes recompensas. La enseñanza me motiva cada día a buscar nuevas formas de transmitir conocimientos.

Hace 36 años, aunque no sabía siquiera qué era poner el asunto en la pizarra, fue un proceso de aprendizaje y descubrimiento, para mí, extraordinariamente rico y motivador. Lo sigue siendo.

Trabajar con jóvenes es mi principal fuente de inspiración, ya que de ellos aprendo tanto como ellos de mí. De manera que las dos actividades son una fuente riquísima de disfrute.

—¿Cómo concilia el tiempo para manejar ambas profesiones que demandan tanta energía?

Es un desafío que implica gestionar el tiempo de manera eficiente y estar dispuesto a trabajar arduamente. El tiempo es muy limitado y se destina, principalmente, al trabajo. Tienes que prepararte por respeto a tus alumnos. Yo no creo en esa fórmula mágica de que el profesor se lo sabe todo, porque lleva 20 cursos dando lo mismo, siempre hay que hacerlo de otra manera, siempre tienes que leer las obras de nuevo, releerlas; porque hay, digamos, una obra tan breve, pero tan compleja como “El reino de este mundo” en la que siempre descubro cosas nuevas.

No sé qué tiempo busco para escribir (sonríe). Son flashes y momentos en que la necesidad me lleva a sentarme frente a la página en blanco, o frente a la computadora, y allá va eso.

Copa es un activo promotor de la literatura en su Encrucijada natal. Foto: Tomada de la página de Facebook del Centro Provincial del Libro y la Literatura

—¿Cómo fueron sus inicios en el mundo literario?

Siempre supe que había nacido para escribir. Escribía por necesidad, no sabía bien a dónde iba, ni qué era aquello. Escribía sin motivación particular poemas como todo el mundo al inicio: poemas pésimos, terriblemente malos, como después tuve ocasión de comprobar, pero tenía que hacerlo.

Me adentré en el mundo de la literatura cuando el escritor Amador Hernández me invitó al taller literario de Iliana Pérez. Fui para exhibir mis “joyas literarias”, llegué allí y lo primero que me enseñaron y aprendí fue a despojarme de toda vanidad. Me desafió a ser más crítico conmigo mismo y a explorar los problemas en mis escritos, en lugar de enfocarme solo en los aciertos, y gracias a eso, pude comenzar a descubrir, porque no lo había hecho todavía, el mundo de la literatura.

—¿En qué encuentra la inspiración para escribir? ¿Cuáles son sus rutinas?

La necesidad de expresar ciertas ideas y experiencias me inspira a escribir. Hay momentos, sobre todo desde el punto de vista poético, en que tienes que decir algo y si no, no sé, mueres de alguna manera. Y entonces lo llevas al papel o al teclado y después, al menos psicológicamente, cambia todo. El mundo comienza a ser y a fluir de otra manera.

Siempre he trabajado con adolescentes y jóvenes. De hecho, uno de mis libros favoritos: “Los tres fenicios” nació de la experiencia como profesor y de las vivencias que tuve en la secundaria básica. Tal vez no es el mejor del mundo y sí, tal vez no es para nada el mejor del mundo, ni la mejor novela que se haya escrito para jóvenes en Cuba, ni mucho menos, pero la adoro.

“Los tres fenicios” se alzó con una de las menciones de los Premios Abril en el año 2017. Foto: Tomada de la página de Facebook del IPU Miguel de la Guardia

Aunque es una historia de ficción, los personajes sí son reales. Ellos son así o fueron así, esos muchachos que no encajaban bien ni en la familia, ni en la escuela, ni en la sociedad y que, sin embargo, eran tan creativos y tan ricos desde el punto de vista humano y que están en esa novela, la única de narrativa que he escrito para ese público.

Mi proceso de escritura es una constante autorrevisión y diálogo con colegas escritores, lo cual me ayuda a mejorar mis textos. No tengo rutinas fijas, pero busco momentos en los que la necesidad de escribir es imperiosa.

—¿Cuál es el papel del escritor en la sociedad textual?

En todas las épocas y sociedades, el creador —particularmente el escritor, digo particularmente puesto que es mi esfera de acción— tienen una elevada responsabilidad social.

Lo que escribimos impacta la cultura y puede influir en cómo las personas piensan y actúan. Por tanto, los temas, la forma de tratarlos, todo es un diálogo social. El escritor tiene, reafirmo, una responsabilidad elevadísima con su entorno, su comunidad y con su gente.

—¿Cómo ve el futuro de la literatura en el contexto digital?

La literatura, desde el punto de vista de la creatividad, está en auge en Cuba. Estamos en una de las provincias donde el movimiento autoral, en todos los géneros, es uno de los más importantes del país.

Ciertamente, los recursos son escasos y hay muchas limitaciones editoriales, pero la gente sigue escribiendo. Quizás escribe hasta más que antes, ¿por qué? Porque los concursos y certámenes no implican que tengas que presentar la obra en físico, ahora todo es digital.

La creatividad literaria sigue desarrollándose a través de medios digitales y plataformas, lo que amplía la difusión de obras literarias.

—Hablemos sobre su libro “La historia universal según el hombre de las nieves”, recientemente galardonado con el premio Ismaelillo que otorga la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) ¿Cuáles temas trata?

No escribo realmente para niños, aunque lo hice al principio. Mi poesía y la poca narrativa que he escrito y publicado se enfocan en adolescentes y jóvenes, es el público con que trabajo en las aulas y con el que estoy acostumbrado a dialogar.

Este último libro es una obra de poesía destinada precisamente a ese público que está entre los 15 y 18 años, un grupo que casi nadie tiene en cuenta cuando escribe poesía. Dije, «voy a escribir un libro de poesía para esos muchachos».

“La historia universal según el hombre de las nieves” es un libro arriesgado, divertido. Me gusta divertirme al escribir para jóvenes, porque la seriedad excesiva sería espantosa para el diálogo.

La obra propone desde el divertimento y la experimentación formal (incluye una obra de teatro), dialogar, pero a partir de un historiador peculiar: el hombre de las nieves.

¿Cómo verá el Yeti la historia del hombre? A través de la brutalidad humana, las barbaridades que el hombre ha cometido como especie y sigue cometiendo, y de las que no ha logrado despojarse.

Pero más allá de eso, también hay amor, sensibilidad, solidaridad; todas esas cualidades, lejos del didactismo, forman parte natural e indispensable de la evolución del hombre.

Alberto Rodríguez Copa confiesa que obtener el premio Ismaelillo 2024 otorgado por la UNEAC es «una alta distinción, altísima. Uno de los reconocimientos más importantes de la literatura cubana. Implica un renovado compromiso con el rigor de la escritura, como única vía posible de respeto por el lector».

Al recibir de manos de Marta Bonet, presidenta de la UNEAC, el Premio Ismaelillo 2024. Foto: Tomada de la página de Facebook del IPU Miguel de la Guardia

Al despedirnos de Beto, nos queda la sensación de que la literatura, en su esencia, es un acto de esperanza. Un acto de rebeldía frente a la indiferencia, de amor por la palabra, de compromiso con la vida. Su pasión por la escritura y la enseñanza inspira a seguir buscando la belleza y la verdad en el mundo, a través de las palabras y las historias que nos acompañan.